El agua de las montañas siempre está muy muy fría. Lo pudimos comprobar al intentar poner nuestros pies en remojo. Mientras lo hacíamos, esta pareja de ánades reales se nos acercaba, no para pedir comida, sino para observarnos. Por debajo de ellos se deslizaba de vez en cuando una trucha.
No pudo pasar desapercibida esta mariquita. Si al menos fuera roja, como las demás...
Sin duda valió la pena el esfuerzo de la subida para llegar a este lugar. Y también el jugarme el pellejo saltando de piedra en piedra hasta situarme casi en el centro de la desembocadura del lago para tomar esta panorámica.
Sus ramas ya no dan sombra ni tiñen de verde el paisaje de montaña, pero sigue ahí, en pie, como si nada hubiera pasado.
Estos chavales forman parte de la memoria reciente de Barça. Nunca en tan poco tiempo un equipo de fútbol había levantado tantas pasiones, no sólo en Barcelona sino en todo el mundo.
Los que no estamos acostumbrados a salir por montaña nos tenemos que tomar algunos descansos mientras continuamos cuesta arriba. Como este discreto sírfido.
El agua baja alocada a reunirse con el lago, a cumplir con su destino. La violencia fragmenta las gotas de agua hasta el punto de crear como una fina neblina sobre la cascada.
En la Cursa dels Bombers (Carrera de los Bomberos) siempre sale un grupo de ellos ataviado con el uniforme al completo para recorrer los 10km. de la prueba, aunque al final llegan a rastras. Otro ejemplo más de su coraje y de su condición física.
El ruido del agua cayendo desde tanta altura es ensordecedor. Tras la caminata da una sensación de frescor.
El agua que baja desde el lago de Ratera al de Sant Maurici libera mucha energía potencial durante su descenso.
Por otro lado y aunque no lo parezca, este lugar está muy frecuentado por visitantes. Parecen Las Ramblas en pleno desembarco de un crucero.
Fue la noche de la "superluna", el 19 de marzo. Muchos barceloneses bajaron a la playa a contemplarla. Otros, la mayoría, simplemente a pasear.
Variada y exuberante, de muchas formas y colores, como un último aliento de la flora antes de hacerse escasa pocos metros más arriba.
De todo tipo: de policía local, de policía montada (normal y de gala), de Mossos d'Esquadra... y muchas camisetas del Barça.
O quizás cansada. En una montaña llena de flores de flores, la mariposa acabó en medio de un pedregoso camino.
En la alta montaña uno se siente más cerca del cielo, uno casi puede acariciar las nubes.
Las raíces se hundían en su propia sombra como si fueran dedos. No quería perderla.
Quizás uno de los inventos más importantes para el desarrollo de la Humanidad han sido los puentes, casi tanto como la rueda. Han permitido expandirse a los pueblos y comunicarse unos con otros superando grandes obstáculos.
Pasaron corriendo al lado mío y yo disparé una ráfaga. Supongo que desperté la curiosidad del bebé, y en toda la secuencia de la ráfaga se llega a ver cómo se incorpora en la sillita y no me quita la vista de encima.
Quién iba a pensar en la Edad Media que por aquí pasarían algún día carruajes de acero de más de 2000 kg, y que no iban a estar tirados por animales.
Extraña ubicación para una puerta, a menos que el suelo haya descendido con el paso del tiempo.
Un barco se interpuso entre la luna y el mar, pero a pesar de ello la luz tiñó las olas de oro.
Miles de atletas corriendo a su alrededor, pasando por delante y por detrás, y ellas disfrutan de su charla y su café.
La riqueza de la lengua castellana hace que una misma expresión pueda tener diferentes sentidos, sin nada que ver unos con otros. Así, "subirse a la parra" tanto quiere decir "enfadarse" o "alterarse" como exigir o pasarse con un precio o una atribución.
En la foto, "subirse a la parra" sería colarse en la casa por un balcón.
Bueno, en realidad no era una junta, sino que todos los vecinos salieron a los balcones a ver pasar la rúa del Barça con la copa de la Champions. Seguro que aquí había más consenso que en una junta de verdad.
Esta escena presentaba un fortísimo contraluz, por lo que el disparo fue en modo HDR. El resultado no fue del todo satisfactorio, por lo que en el PC le apliqué un falso HDR, y en ese momento surgió este espectacular cielo.
Cinco polluelos de golondrina en un sólo nido, y toda esta céntrica calle de Sort con centenares de ellos. Había que evitar andar cerca de las paredes para no salir "bombardeado".
Simple cuestión de escalas. Si yo estuviera caminando sobre ese pasamanos de madera parecería un funámbulo.
PD: No se me ocurría otro título para la foto.
En las montañas el agua fluye con libertad. Basta con pararte en cualquier rincón de la carretera para oir el agua correr por entre las rocas. Sólo tienes que buscar de dónde viene el ruido.
Hojas nuevas en cepas viejas, listas para convertir la luz del sol mediterráneo en una nueva añada de vino.
Son unos pocos minutos, pero todo el que está allí ese momento quiere llevárselos de recuerdo, aunque sea en el teléfono móvil.
Por entre las copas de los árboles se cuela un rayo de luz. Las hojas recién nacidas de un brote salen a su encuentro.
Esta escena me recordó la típica cuando dos personas están en un museo o en una galería de arte contemplando un cuadro abstracto y se van preguntando el uno al otro qué les parece.
Parece que algo no quiere que nos alejemos del lugar. Grandes charcos ocupan todo el camino.
Bajo la sombra de las nubes acaba la visita a este misterioso pueblo fantasma. Sus muros derruidos y sus ventanas vacías son testigo de dos crímenes terribles que aún no han sido resueltos.
