Yo creo que las casas, los edificios, se impregnan de las personas que los habitan o que pasan algún momento de sus vidas en ellos. Y con ello cobran vida.
El silencio y la oscuridad dan paso al canto de los despertadores, a los perezosos bostezos, a los clicks de las lámparas, a los chorros de agua caliente... al aroma del café recién hecho.