Normal que haya tantos gatos en las ruinas del Foro Romano de Tarragona: están a salvo de su eterno enemigo.
La foto no tenía que ser ésta. Cuando vi el gato, estaba recostado en el muro de piedra, al lado de la señal y mirándome. A la que moví la cámara para encuadrar, el gato se levantó y se estiró dándome la espalda. La postura no es la que yo quería, pero aún denotaba más desprecio a los perros.
lunes, 16 de enero de 2012
Prohibidos enemigos
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