Que sea pleno mes de agosto, en una localidad del sur de Francia volcada en el turismo y que además esté celebrando su fiesta local es garantía de que las calles van a estar infestadas de turistas. Y así era, en las calles con marcado espíritu comercial. En cambio, a pocos metros del bullicio, en las calles donde realmente vive la gente, el ambiente era muy diferente.
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