Mirando los arcos románicos del claustro del monasterio de Poblet desde un arco gótico. Las modas evolucionan y en ocasiones involucionan, devolviendo al presente ecos del pasado. Pero en arquitectura siempre se evoluciona, siempre se progresa aunque haya quien no lo vea.
Me gusta ver cómo corretean las lavanderas blancas por la orilla de la playa, moviendo las patas con gran velocidad que casi ni se las ve, y manteniendo su larga cola totalmente horizontal.
Un gran legado que nos queda del afán imperialista de los romanos son sus carreteras, que permitían una movilidad ordenada por todos sus territorios. Aquí la calzada de la vía Domitia a su paso por Narbona. A nuestras espaldas Hispania, y al frente el camino hacia Roma.
