Una de las características más visibles del castillo de Bellver, y además a distancia, es que la torre del homenaje está fuera del castillo, y unida a él por tan sólo un estrecho puente, quizás para destruirlo en caso de toma del castillo por los enemigos.
Es el eterno vaivén de las olas el que desmenuza la piedra y la convierte en arena. Mientras tanto un barco pasa sigilosamente por el horizonte, sin hacer ruido.