Antes de empezar una nueva serie de fotografías he querido publicar ésta tomada el pasado fin de semana, rompiendo un poco el más o menos variado contenido de este blog.
Siempre me han fascinado las libélulas, esos seres en apariencia frágiles pero a la vez terribles depredadores. Viven una larga infancia bajo el agua (5 o 6 años, mucho para lo que suele ser la vida de un insecto), y luego una corta etapa adulta en el aire, tan sólo 5 o 6 meses. Cuando veo una, que cada vez veo menos, no puedo dejar de admirarla, y si tengo la cámara a mano intento fotografiarla.
El pasado domingo vi esta libélula roja revoloteando alrededor de la piscina y entré en casa a por la cámara, que llevaba montado el 18-250. Cuando salí ella aún estaba allí. Se posó en el suelo, al borde del agua. Me acerqué por detrás y echó a volar. Pensé que fotografiarla por detrás no resultaba bonito, así que me atreví a retratarla de frente. Rodeé la piscina y me volcí a acerca, y ella echó a volar otra vez, así que me detuve hasta que volvió. Y así sucesivas veces a medida que se reducía la distancia que nos separaba. En un momento dado me eché al suelo y empecé a acercarme sigilosamente, apoyado en rodillas y codos, como un felino que acecha su presa. Ella no se movió pero no dejaba de vigilarme, moviendo la cabeza hacia mí cada vez que yo hacía un movimiento. Y cuando la tuve a la distancia mínima de enfoque del objetivo, a unos 25 o 30cm de la lente, disparé. Y con ese disparo ya quedé satisfecho, ya tenía la úiltima libélula.
---
Cunit, Tarragona.
sábado, 19 de octubre de 2013
La última libélula
Suscribirse a:
Entradas (Atom)